viernes, 1 de abril de 2011

Mares de marzo

Quién es más valiente: ¿el capitán que lucha, loco incansable, tripulando el navío contra viento y marea... o las ratas que lo abandonan a tiempo, con la decisión de embarcarse en nuevas aventuras? No sabría decirlo. Dos formas de verlo, dos formas de verdad que se muestran bajo la luz radioactiva que calienta nuestra inquietud con inusitada furia; como nunca lo ha hecho antes, y probablemente jamás lo haga.

Quizá lo absurdo es ser capitán, cuando diriges a tu tripulación a ninguna parte. Cuando has perdido el norte, si es que recuerdas haberlo tenido. Cuando las cartas de navegación no señalan nada relevante y las brújulas y los instrumentos comienzan a fallar, bajo la influencia de brumas y mareas invisibles provenientes de mares lejanos.

Quizá es ridículo ser capitán de tu vida, navegando inútilmente por los mares de marzo, los océanos del dolor, con sus altas olas de locura, incertidumbre y descontento.

Las sirenas lo saben bien. Y miran con lástima al iluso capitán de navío capaz de adentrarse en tan tenebrosas corrientes. No entonan cantos. Se quedan quietas, con pose melancólica, y lo observan pasar zozobrando, mientras consuelan en sus regazos a las ratas recién caídas del barco y se dejan calentar por el sol naciente.