jueves, 25 de noviembre de 2010

A tres metros de la línea

Esta mañana fui a Tráfico a hacer unos trámites. Paso por la primera planta, la ventanilla de Información, y me encuentro lo siguiente: entre la ventanilla y la fila de personas que estamos esperando, hay en el suelo una marca roja con el texto ESPERE AQUÍ SU TURNO. Nada extraordinario, en principio, con una salvedad: la línea estaba a casi 3 metros de distancia; como si no nos quisieran tocar ni con un palo. Te encuentras con el funcionario a una distancia que casi dificulta el reconocimiento visual (vale, me lo dificulta a mí, que tengo una incipiente miopía).

Y me ha dado por pensar en la gran utilidad que tendría un letrerito como ese para la vida diaria. ¿Dónde los venden? ¡¡Yo quiero uno!! Así, cuando alguien me agobie, me importune, intente abusar de mi tiempo, mi paciencia o mi buena voluntad, pienso plantárselo a los tres metros reglamentarios.

El proceso tendría la dignidad y magnificencia propias de un funcionario que finge estar atareadísimo. Primero, le diré a la persona que se detenga justo donde esté, sin avanzar un milímetro; acto seguido, pondré justo frente a sus pies la línea roja y el preceptivo adhesivo de suelo de ESPERE AQUÍ SU TURNO, y me alejaré sin prisas, con un movimiento cauto y felino. Ya en el otro lado, justo a tres metros de la línea, esperaré con la barbilla bien alta a darle turno a esa persona; no sin antes haber respirado, contado hasta diez o hecho lo necesario para que no estalle la situación entre ambos.

Porque vale, a veces no podemos evitar encuentros innecesarios. ¿Pero a que estaría bien poder ponerles un poco de freno? Eso sí, que cada uno se busque las mañas; que ya estoy viendo a la DGT, en plan: “No podemos escaquearnos por ti”.