jueves, 24 de diciembre de 2009

Colina

Yendo hacia el trabajo, Julia se sorprendió: no recordaba haber visto nunca aquella colina cerca de casa. Una pequeña montañita, sobre la que el ayuntamiento no había tardado en poner un banco y plantar un árbol.

Y es que la formación de la colina no pudo ser más rápida. En su base, permanecía aquella señora obesa que un día cayó en la nieve por un fortuito resbalón y que a la que nadie ayudó a ponerse en pie. La mujer sobre la cual empezó a caer la lluvia, el fango, la tierra, hasta nacer la vida. Aquella señora que era del barrio y ahora era el barrio.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Detective

El detective privado pidió un café solo en una acogedora cafetería de Manhattan. Y sentado solo en una mesa de dos, se escondió detrás de su periódico para mirar de soslayo a la mujer rubia que discutía con el que presumiblemente era su amante, y al que propinó un sonoro bofetón. Tomó notas de todo lo sucedido en su gastado cuaderno, con su letra de zurdo, pequeña y abigarrada.

Al salir de la cafetería, giró en redondo y siguió a un niño que lloraba porque se le había escapado un gran globo rojo; para, a continuación, seguir la pista de un mimo que ya se había despintado la cara y volvía, taciturno, a su casa sin dejar de farfullar con una extraña voz chillona por las pocas monedas depositadas en su gorra. Y así, hasta bien entrada la noche, el detective siguió incansable con sus pesquisas y anotaciones.

A la mañana siguiente, quedó con su cliente para entregarle todo el material del caso: hojas de su viejo cuaderno, notas sueltas al margen del periódico, unos cuantos mapas y esquemas, cartas rotas. El cliente, nervioso, impaciente, con la mano temblorosa, cogió todo entre sus manos con una emoción incontenida y entregó en un sobre su dinero. El detective se limitó a llevarse su sobre, agachando la cabeza en un gesto humilde, y se fue. Había hecho un gran trabajo: aquel era el mejor material para historias que jamás había obtenido. Su cliente, ese pusilánime y agotado escritor, podría seguir trabajando en la novela; con la que, algún día, ganaría el Pulitzer, sin ponerle siquiera una dedicatoria.

martes, 8 de diciembre de 2009

La máquina

Echó la moneda. La volvió a echar. Tras varios intentos, la máquina de vending por fin la aceptó. Sandra Lee seleccionó un suculento donut de chocolate pero lo que cayó en su lugar fue una enclenque chocolatina dietética. "¡Será posible, otra vez! ¡La madre que parió a la máquina!", gritó indignada con su voz ceceante, mientras le daba una fuerte patada, y se iba mordisqueando su chocolatina light, sin molestarse en poner otra reclamación más en las hojas amarillas, esas que nadie nunca atendía.

Lo que no sabía Sandra es que aquella máquina no era automática, sino teledirigida. Una cámara de la compañía de seguros de la empresa espiaba los movimientos de los empleados más obesos o con potencial sobrepeso; y mediante un sistema controlado a distancia, les ofrecía “alternativas saludables” a sus peticiones, con el fin de controlar los problemas de colesterol, diabetes y otros que pudieran padecer, y evitar los consecuentes gastos médicos. Un empleado saludable, un problema menos, era el eslogan de la aseguradora. Y lo cumplía, le pesara a quien le pesara.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Sin palabras

De súbito, las palabras dejaron de salirle de la boca, indignadas por ser dichas con tanta ligereza, por ser opinadas sin saber y mezcladas constantemente con gratuitos términos en inglés o palabras vacías como transversal o sinergia. El jefe se quedó sin poder articular ninguna de las chorradas con las que otrora llenaba horas y horas de reuniones.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Retortijón

No lo podía evitar. Para Juan, el poeta, la inspiración llegaba como un retortijón que bajaba del corazón al estómago. La pena es que era difícil distinguir cuándo tenía en sus entrañas una obra maestra o un auténtico pedo.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Críticos

Todo el mundo decía que aquella artista cantaba como los ángeles. Pero a los ángeles no les gustaba nada de nada.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El Club de los 10

Quedaban cada jueves a las 20 h en el bar irlandés para tomarse una pinta. Con caras amargadas, conspiraban contra la sociedad que los rechazaba y que nunca había llegado a entender su punto de vista. Eran solo 10, pero muy aferrados a sus creencias. Los 10 únicos hombres en el mundo que jamás se habían reído viendo una caída ajena.

martes, 3 de noviembre de 2009

Malentendido

Una pierna hacia arriba, otra, y otra más. Jóvenes y sonrientes bailarinas rodean a la vedette principal, bailando al son del piano, sin dejar de lucir blancas y estiradísimas sonrisas. Mientras la acelerada coreografía se sucede, Sonia no quita su cara de asombro y horror.

Jaime le pregunta:

- ¿Pero no decías en tu ficha de buscopareja.com que te gustaban las Variedades?
- No, NO –contesta Sonia, que ya empieza a entender el equívoco...-.
- Ssssshhh- dice el señor calvo y gordo de la tercera fila, ofendido por la interrupción en su número favorito, La Gatita Lulú.
- Lo que puse en la ficha, en el apartado de Gustos culinarios, es que a mí me gustan los VARIANTES: las aceitunas, los pepinillos, ya sabes, todo eso. –Concluye apurada Sonia.

La hora siguiente hasta el fin del espectáculo es un éxtasis de carne, lentejuelas, plumas rosas y tensión entre ambos. Un terrible comienzo para una relación de pareja.

martes, 20 de octubre de 2009

Microclimas

Debido a un defectuoso sistema de calefacción, la oficina creaba diferentes microclimas. Unas salas eran calientes como el Sahara, otras frías como el Polo, en otras la ventisca hacía imposible cualquier clase de permanencia.

Así que, no hubo más remedio, los empleados acabaron creando subespecies para adaptarse y salir adelante.

En las salas cálidas, subidos a las mesas, colgados de las ventanas, o tras las plantas más frondosas de las macetas, se podía observar a los empleados de más bajo extracto, hablando de fútbol y realities, y de ex mujeres de toreros. En las salas más gélidas, gordos jefes de generosas papadas y gruesas capas de grasa corporal y viejas morsas secretarias sobrevivían a zarpazos para llegar a lo más alto de su aislado iceberg.

Por su parte, arrastrados como serpientes, los empleados ambiciosos y advenedizos esperaban pacientemente a sus presas. Otros, menos subterticios, atacaban con sus abiertas mandíbulas a los compañeros indefensos y borreguiles que cruzaban en manadas el pasillo hasta la máquina de café. La lucha no daba tregua, se trataba de la supervivencia laboral. Todo o nada. La vida o la muerte. La oficina o la calle.

lunes, 19 de octubre de 2009

Curiosa anécdota


- ¿Sabes, Pedro? Un día me perdí por París. Estaba paseando tranquilamente por Montmartre, me metí en una callejuela y no supe llegar al hotel hasta que pregunté a un simpático anciano.
- Ah. ¿Y qué tiene de particular?
- Supongo que nada, excepto que nunca he viajado a París.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Obsesión


“Polvo somos y en polvo nos convertiremos”.

Cuando Maruja, humilde señora de la limpieza, oyó semejante cosa en el entierro de su tía abuela, se deprimió mucho. No por el significado de la frase, sino por la incapacidad de limpiar tanto polvo en el universo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Sin tinta

Andrea no podía escribir: la tinta de su imaginación se había acabado. Al principio lo notó por los repentinos borrones. Y poco a poco se fue secando; hasta que, por más que apretaba o agitaba su cerebro, sus historias sólo dejaban una triste marca, profunda y sin color.

Necesitaba buscar urgentemente un recambio para su tinta. Y sabía muy bien dónde encontrarlo: en ningún lugar en concreto. Podía estar en una violeta puesta de sol, en el tacto de un suave jersey de lana o en el crujir –cra, cra- de sus cereales de desayuno. En cuanto recargara su fuente de ideas, podría continuar con su ya sediento volumen de cuentos.

martes, 22 de septiembre de 2009

Rostros

Óscar salió a la calle sin rumbo fijo. Necesitaba caras. Los rostros ideales para poner a los personajes del libro que estaba leyendo. Era una costumbre que había adquirido hacía muchos años, cuando aún era un adolescente pegado a los libros: nunca más imaginarse caras indefinidas, sino salir a buscarlas al mundo. Rostros con sus defectos, con sus virtudes, con su realidad, que darían verdadera vida y pasión a las tramas y diálogos. No podía leer un libro sin tener las caras listas. Era de todo punto imposible.

Así que se lanzó en su busca. El mejor lugar para encontrar las caras era el Metro. Óscar lo sabía muy bien. Se metió en la primera boca que vio a su paso, introdujo el ticket por la máquina y empezó su aventura…

¡Ahí mismo, subiendo la escalera mecánica! Ese hombre grande y de gafas redondas sería un perfecto Terry. ¡A por el siguiente! Óscar subió decidido a un vagón, sin éxito; bajó y volvió a subirse al siguiente… ¡Y, helo ahí! Ese joven era Oliver, con sus aires de dandy trasnochado. La búsqueda estaba resultando fructífera.

Ya sólo quedaba la protagonista: Gilliam. Todo un reto, Gilliam. Óscar tuvo que realizar un trasbordo, andar por interminables pasillos, subir escaleras, pasar entre riadas de gente apurada, que desbordaban su paciencia. Pensaba que jamás la encontraría pero finalmente lo logró. En el vagón de la línea 7 estaba sentada Gilliam, con aire despistado, leyendo un grueso y ajado libro de la biblioteca. Era ella, sin duda. Con su lacio pelo castaño y esa inconfundible mancha de pecas en la mejilla derecha. Gilliam, tan frágil, había sido cazada como un pajarillo.

Ahora Óscar ya tenía sus caras y podía leer tranquilo; hasta que un nuevo personaje sin rostro le asolara a la vuelta de una página y le obligara a cazar de nuevo. Gajes del lector apasionado.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Molestia

- María, ven. ¿Tengo algo en el ojo?

- A ver... ay, sí. Espera, que soplo. Fuuuuuu.

Y así salió del ojo del cíclope esa sandalia del 43 que le estaba irritando un poco el lacrimal.

martes, 8 de septiembre de 2009

Crimen perfecto

Definitivamente, aquel tipo estorbaba sus planes: debía ser eliminado. Pero no de cualquier manera; había que recurrir a un método sutil y satisfactorio para quitárselo de en medio. Lograrlo no era cosa fácil. Máxime, cuando había un problema añadido: podría haber muchos testigos en el momento del suceso. Todo esto había de tenerse en cuenta a la hora de planificar el crimen: el momento, las dificultades logísticas. Pero al fin dieron con la solución: el martes a las 22:00 p.m. sería perfecto. Los guionistas de la serie estaban asombrados de su propia genialidad para liquidar al protagonista.

jueves, 3 de septiembre de 2009

jueves, 27 de agosto de 2009

Crack

Un crack lo cambió todo. Lidia se quedó doblada, totalmente agachada, por una repentina lesión de espalda.

La verdad es que, una vez hecha a la idea, no lo llevó mal. Y es que era una chica muy positiva. Adaptó su apartamento a su nueva altura, poniendo los cajones más bajos, y hasta se hizo una segunda planta para aprovechar mejor la distancia hasta el techo: ¡por fin tenía un auténtico duplex! Lo que peor llevaba era la relación con sus amigos. No es que sólo pudiera hablarles a la entrepierna -en los mejores casos al ombligo-, es que para colmo la usaban para apoyarse cuando no encontraban mesita en los bares. Desde allí abajo las conversaciones le resultaban difíciles de seguir y, muy a su pesar, Lidia acabó convirtiéndose en un ser solitario...

Y para encontrar novio también lo tuvo difícil. Hasta que conoció a Marcos, un chico muy, muy pequeño con el que encajó… en todos los sentidos. Desde el primer momento fueron inseparables: cuando se abrazaban, se acoplaban a la perfección, como dos piezas de Tetris (ella como la pieza con forma de ele y él como el cuadrito).

Mucho después, tras años y años de tan cercano y unido matrimonio, Lidia enviudó. Compró un espacio en el pequeño cementerio del pueblo y encargó dos ataúdes, con la forma de cada uno. Así, cuando a ella le llegara su momento, podrían juntarlos para descansar tan unidos como habían pasado la vida entera.

lunes, 17 de agosto de 2009

Perfección

Primero fue su nariz. Luego, los ojos. Y los labios. Y los pechos, el abdomen, todo lo demás. Cuando por fin operó el dedo meñique de su pie izquierdo, se empezó a aburrir de tanta perfección y empezó a cambiarse de nuevo, esta vez en sentido inverso.

lunes, 10 de agosto de 2009

Lunes

Los lunes son los días más odiados del año. Por eso acuden a terapias de autoayuda, donde se repiten a sí mismos cosas como: “Soy único y especial”, “Yo también soy bello”, “Yo tengo el poder de que los otros me vean de manera positiva”. Como no podía ser de otra manera, el curso lo imparten lunes profesionales, que han sido capaces de cambiar las cosas y convertirse en frescos y adorables lunes de vacaciones de verano.

domingo, 2 de agosto de 2009

Compra-venta

En aquella bella y exótica ciudad, todo se compraba, todo se vendía, todo tenía precio en bazares, mercadillos, en las calles, en cada esquina. Al principio, tal actividad mercantil le pareció fascinante a Joaquín, como a cualquier turista. Pero poco a poco, llegó a saturarle. El límite de su paciencia se rebasó cuando se sentó a descansar en un parque y, en cuestión de minutos, un niño se acercó a venderle su sonrisa y una paloma el batir de sus alas. “10 euros, y de ahí no bajo”, fue la última oferta de la codiciosa ave.

lunes, 13 de julio de 2009

Cerrado por descanso del personal

Hola a todos. Esto no es un relato: es un mensaje mío -de Saroide- para deciros que estaré de vacaciones hasta el 31. Igual me da tiempo/ganas de actualizar el blog si encuentro conexión wifi en mi ruta de Interraíl (llevo uno de esos miniportátiles de viaje), pero prefiero despedirme por si acaso y desearos un buen verano a todos.

Un besazo GRANDE.

jueves, 9 de julio de 2009

Misión

Desde lo alto del tercer piso donde ponía ladrillos, el obrero vio a aquella morena alta, con ese cabello ondulado, esas curvas -una morena de libro, vaya- y no pudo menos que lanzarle un piropo. Con tan mala suerte que la joven, que llevaba los cascos de música puestos, lo esquivó con una mezcla de despiste y pasmosa habilidad. El piropo cayó en el suelo con un sonoro topetazo. Magullado, humillado, se sintió decaído y sin fuerzas, como un soso monosílabo. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es un piropo sin nadie a quien ser dedicado? No es nada, no es nadie, es mero sonido, es, es... es aire. El piropo, aterrado por tan terrible destino, se puso palabras a la obra para buscar una mujer a la que adular.

Se encontró por la calle a una despampanante rubia, que al oír aquello de “MORENAZA”, se ruborizó por las indiscretas raíces negras que asomaban en su melena y salió huyendo, antes de que el piropo terminara su basta concatenación de palabras. Al poco tiempo, el piropo encontró en una cafetería a una inocente abuelita y, considerándola lenta de movimientos, decidió atacar de nuevo. La anciana, risueña, se puso a recordar cuando recibía piropos como esos todos los días: del obrero, del kiosquero, del aprendiz de panadero... Farfullando sus picantes historias a un inexistente interlocutor –pues esta vez era el piropo el que había huído a tiempo- la señora salió rumbo a su banco favorito del parque.

Pasados unos minutos, el piropo encontró a una morena sentada en una parada de autobús. ¡Una verdadera morena! Una mujer normal -ni alta ni baja, ni lista ni tonta- embebida en la lectura de un grueso best seller sobre vampiros. ¡El plan podía funcionar! El piropo se acercó, muy lentamente, por la espalda, y zas, cayó sobre la dama desprevenida. Ella miró a todas partes, esperando a descubrir al autor de tan sonoro piropo, pero no vio obra alguna ni obreros alrededor. Sabiéndose sola en la parada, sonrió pícaramente con una de esas sonrisas que dicen “mmm, no estoy mal para mi edad”. Así, el piropo encontró alguien a quien ser contado. Y la mujer encontró un leve motivo de alegría. Nunca un piropo había viajado tanto para lograr su objetivo.

viernes, 3 de julio de 2009

Caminata

Francisca, Mariana, Lourdes y Vicenta adoraban salir a pasear en grupo, a eso de las 8 de la mañana, cuando el calor aún no resultaba asfixiante. Se plantaban su chándal y sus zapatillas y hacían 30 minutos diarios, tal y como les había recomendado sus respectivos doctores para mantener controlado el azúcar. Y poco a poco, iban aumentando el ritmo y distancia de los paseos. Hasta que una mañana, la vital Francisca impuso un acelerado ritmo en la caminata, que todas siguieron sin problema, entre charlas, jolgorio, cotilleos varios e intercambios de experiencias sobre sus hijos y nietos. Iban caminando y sintiéndose bien, cada vez mejor, y no querían parar; estaban exultantes por todo lo recorrido.

Fue Mariana la que reparó en lo lejos que la caminata les había llevado. Aspiró el aroma de desconocidas especias y se fijó en los curiosos tenderetes de un mercado al aire libre donde, en extraños caracteres, se anunciaba la venta de algo que identificó con dificultad como perro frito. Asombrada, hizo detenerse al dicharachero grupo. Las cuatro señoras estaban ya en el centro de un corrillo donde un curioso grupo gente de ojos rasgados las miraba como si acabaran de venir de Plutón y no del barrio de Usera.

viernes, 19 de junio de 2009

El escritor "ético"

José María Rebollo era un gran escritor y, paradójicamente, un escritor de éxito. Sus novelas se vendían a millares, sus novedades inundaban las estanterías de las librerías, la tercera parte de su trilogía se agotó en pocas horas batiendo todos los récords. El bonachón novelista se levantaba cada mañana orgulloso de hacer disfrutar a la gente con la lectura.

Hasta que una cálida mañana de domingo, mientras desayunaba su café y leía el periódico, el autor se paró a reflexionar sobre el lado oscuro de la profesión. En toda la gente enganchada a sus libros que se quedaba leyendo hasta altas horas de la noche y llegaba agotada a los trabajos, ganándose las reprimendas de sus hastiados jefes. En aquellos que se torcían un pie en el metro por no apartar el libro de sus ojos. En todas las noches de sexo que tantas parejas habían perdido porque uno de ellos no podía abandonar la lectura de su último libro. ¿Cuántos bebés permanecerán en el limbo a causa de mis novelas?, se preguntó. Y perplejo por todo el mal que ocasionaba al mundo, decidió dejar de escribir para siempre.

El ya anciano novelista no se percató de las consecuencias de su radical decisión. No cogió jamás el teléfono de su agente. Ignoró el ruido mediático ocasionado en webs, blogs y foros en Internet y no se molestó en leer las cientos de cartas que inundaban su buzón, en las que sus lectores le pedían, le rogaban, una nueva entrega de sus aventuras. Ante ese desconocimiento, y con la certeza de haber dejado de producir tantos males, José María Rebollo falleció plácidamente en su domicilio de Barcelona. "La ética se ha impuesto al ego", rezaba la nota que sostenía entre sus arrugados dedos.

domingo, 14 de junio de 2009

Desarraigo

Cabeza adelante, cabeza atrás, cabeza adelante, cabeza atrás. Pan, otro trozo de pan. Cabeza adelante, cabeza atrás, cabeza adelante, cabeza atrás. Pan. En esto consistía la rutina de la anciana paloma del parque. Llevaba toda la vida llevando esa vida. Tanto tiempo, que cuando vio a un grupo de pequeños gorriones remontar el vuelo, reflexionó para sus adentros: “¿A que sería hermoso ser un pájaro y poder volar con libertad?”.

miércoles, 10 de junio de 2009

Establecer estado

J. T. era un hombre recto y marcial, acostumbrado a obedecer órdenes. No se planteaba discutir una directriz de sus superiores, se limitaba a acatarla. En eso consistió su vida durante las más de tres décadas que estuvo en el ejército.

Toda una vida de obediencia que perdió sentido al jubilarse. Hasta que un día, J. T. vio en el chat de su correo una orden muy específica. Una orden que estaba llamado a cumplir: Establecer estado. Rápidamente, reunió a unos cuantos colegas retirados, dio un letal y eficaz golpe de Estado y estableció una dictadura a la vieja usanza, ensalzando para el puesto superior al más duro y experimentado de todos los generales. Así, J.T. murió con la satisfacción de poder cumplir órdenes hasta el final de sus días.

viernes, 5 de junio de 2009

Superficial

Todos decían que Alberto era un bala perdida, que basaba sus actos en impulsos y caprichos arbitrarios o motivos superficiales. Por eso, cuando dijo a su familia y amigos que deseaba reencauzar su vida y convertirse en un periodista dedicado a la política, todos alabaron su nueva actitud. Años más tarde, Alberto confesaría que el verdadero motivo que le llevó a elegir su profesión era que le encantaba cómo los periodistas que entrevistan a los políticos mueven los folios sobre la mesa y sujetan los bolígrafos entre sus dedos, mientras entrecierran los ojos haciéndose los interesantes.

domingo, 31 de mayo de 2009

Chollo

La casa de Akashi parecía el típico apartamento de Tokio: diminuto, abigarrado, de techos bajísimos. Por eso, cuando recibió el ascenso de la compañía, nadie entendía que no quisiera cambiar a un apartamento mejor.

Pero es que sólo él sabía que el viejo póster del monte Fuji de su habitación/cocina/comedor conducía realmente al monte Fuji. Era la casa más espaciosa del mundo; y con un alquiler de lo más razonable.

martes, 19 de mayo de 2009

Soled@d

Como nunca recibía correos electrónicos, M. empezó a escribirse a sí mismo. Primero un Hola, qué tal o una felicitación de cumpleaños. Poco a poco cogió el hábito de contarse el día por e-mail. Y para tener la sensación de recibir algún mail masivo, se inventaba y mandaba chistes malos y se hacía Powerpoints horteras con imágenes muy cursis y lecciones de la vida; patéticas cadenas de un solo eslabón, que empezaban y terminaban en su propio correo. Incluso empezó a mandarse su propio spam, a bombardearse con prometedoras ofertas de Viagra, ofertas de trabajo y todo tipo de propuestas.

Un día, harto de sus propios mails, canceló la cuenta de correo. No podía soportar el estrés de todas las contestaciones que debía darse, los cientos de mensajes sin abrir en la bandeja de entrada, la sensación de ser el único habitante de su asfixiante, microscópica, aldea individual.

domingo, 10 de mayo de 2009

Fusión

Pedro se pasaba la vida en aquella oficina. Haciendo informes, cuadrando cuentas, creando cuadros de Excel con infinitas filas y colores. Apenas se separaba de su ordenador para ingerir una frugal comida o ir al servicio. Y poco a poco lo fue haciendo aún menos. Así, su mano derecha comenzó a desarrollar un muñón blanco con un botón derecho e izquierdo. Su pie se conectó al ordenador mediante mediante un cable que salía del cordón de su zapato izquierdo. El contorno de su cuerpo se arqueó, integrándose con el teclado y la pantalla como un solo ser. Hasta que poco a poco, Pedro completó su fusión. Quedó olvidado, sin que nadie reparara en su presencia. Muy pronto, otro Pedro se sentaría en su puesto, fusionando su ser con el Pedro de antes y con el de antes y con el de antes, en una cadena infinita de pedrición.

martes, 5 de mayo de 2009

Aterrizaje

Primero notó fuertes turbulencias. Todo se tambaleaba. Juan intentó no preocuparse pero, según pasaron los minutos, no pudo evitar ponerse tenso. Se hizo una bola sujetándose la cabeza fuertemente con las manos y quiso rezar, pero de súbito recordó que era ateo: se sintió ridículo. Así que no le quedó otra que apañárselas con su propio miedo, sin esperar mano salvadora alguna.

Iba descendiendo, descendiendo sin remedio, viendo cómo las nubes algodonadas se iban rompiendo a su paso, dejando desordenados y dolorosos jirones blancos a izquierda y derecha. Se aferró entonces al gastado manual de emergencia, buscando soluciones ante la catástrofe. Era inútil, ni siquiera una mayor sensación de control ante la situación podía atenuar su miedo al impacto. Seguía bajando a toda velocidad. El suelo estaba más y más cerca. Y de pronto, ¡tron! trococrocrotot… el impacto del aterrizaje forzoso contra el suelo, la frenada desequilibrada, y un fussssss, ese deslizarse por la pista sin saber dónde demonios podría terminar. Con un poco de suerte, todo iba a acabar bien. Juan tenía todo en su sitio aunque estaba magullado y muerto de terror. Nunca una vuelta a la realidad tras las vacaciones le había parecido tan dura.

martes, 28 de abril de 2009

Ciclo

Aquel blog nació en un entorno feliz. Se crió en la abundancia, repleto de hermosas historias, jugando con otros blogs. Se hizo adulto y pasó su etapa más productiva, en la que creó sin descanso cientos de entradas maravillosas e inspiró a nacer a otros blogs, sus hijos en la blogosfera. Se hizo maduro, y luego mayor.

El problema fue que al hacerse anciano, algo empezó a fallar. Empezó a olvidarse de muchas de sus historias, mientras que repetía otras una y otra vez, incansablemente, como si no las hubiera contado nunca. Le dio por contar batallitas sobre sus antiguas entradas, exagerándolas notablemente. Empezó a tener manías y a quejarse constantemente de los blogs más jóvenes, cuyo lenguaje y nuevas formas ya no alcanzaba a entender...

Y poco a poco, su ritmo se ralentizó. Cada vez recibía menos visitas, quizá las de algún viejo amigo superviviente o la de un joven blog que le había dedicado una entrada a modo de homenaje, poco más. Así, un día alguien observó que llevaba tiempo sin publicar nada. Había fallecido solo, en el silencio, sin que nadie se diera cuenta. La imagen era dantesca. El blog desprendía un acre olor a relato muerto; y el gatito virtual que tenía en el lado derecho de la pantalla, hambriento y desesperado, había empezado a devorar sus post.

viernes, 24 de abril de 2009

Viernes

Desde hacía tiempo, el viernes era el único día que Sara tenía para escribir a gusto en casa. Por eso, un buen día, Viernes se hartó. Se plantó sin más. Dijo que no entendía por qué era él el día elegido entre los siete de la semana, y que le importaba un bledo que los demás días Sara trabajara hasta bien avanzada la noche y no pudiera redactar una línea. En ese momento miraba por él. Quería horarios más laxos, mejoras laborales y condiciones equitativas con el resto de los días; al menos los de entre semana, ya que consideraba a los otros unos “pijosenchufadosdemierda”. Esas fueron sus palabras. También quería poder negociar con mayor libertad con su principal proveedora, Inspiración.

Finalmente, abatido, terminó por exigir unas largas vacaciones para replantearse su vida. No se sabe a ciencia cierta qué destino eligió Viernes. Algunos dicen que viajó lejos, muy lejos, y que se hizo amigo de un náufrago en una remota isla desierta.

viernes, 17 de abril de 2009

Tibieza

Estaba sentada en el sofá, con mi portátil, cuando de pronto... ¡tonk! Y luego, tonk y más y más tonks. Los rayos de sol querían entrar por mi ventana, estaban llamando educadamente para pasar. Les abrí, los invité por cordialidad a tomar un café; aunque ellos decidieron no tomar nada, sólo deseaban hacerme compañía (uno pidió Coca Cola Light, pero no me quedaba).

Los rayitos se limitaron a acariciarme, a darme calor para escribir y aliviar mi corazón cansado con tibias manos de madre. Y al poco se despidieron. Una nube los tapó y se fueron sin hacer ruido, como es propio de ellos. Les dije adiós agitando mi mano y seguí a lo mío: escribir mi nueva entrada del blog.

lunes, 13 de abril de 2009

El Helado Perfecto

Estando de vacaciones en la playa, vi un helado increíble en los carteles de una marca local de helados. Una crujiente capa de chocolate escondía un contrastado interior de helado vainilla con nueces de Macadamia. Maravillada, entré a comprarlo en una tiendecita; pero no lo había. Probé en una segunda tienda, en una tercera y hasta en un cuarto establecimiento. Nada, no había manera. Estaba agotado, o eso me decían... Y los comerciantes, muy pícaros ellos, trataban de ofrecerme otros helados similares. Pero no, no eran el mismo, sólo parecidos. No eran “el helado”.

Después de tantos intentos, empecé a sospechar que aquel helado, el Helado Perfecto, no existía realmente; que sólo era una trabajada y eficaz estrategia de marketing. Un cebo infalible, capaz de atraer al público, de hipnotizarlo. Y entonces, una vez que tienen atrapado a un incauto, zas, van y le venden otro producto similar. Sólo eso: similar. Pero en fin, ¿no es eso en lo que consiste el marketing? La magia de lo ficticio, el truco de lo inexistente, la chispa de la apariencia. Nos venden artistas pop perfectamente moldeadas por el fitness y el photoshop tras las que hay historias de droga, vanidad y profunda soledad interior. Maravillosos vestidos prêt a porter y finos artículos de lencería que se incrustan con malignidad en las curvas de las mujeres de talla 40. Bebidas que parece que te van a cambiar la vida en un minuto y sólo te producen gases durante una tarde. El mundo está lleno de productos perfectos que en realidad no existen, nunca lo hicieron. Y, al igual que mi pequeño helado, nos pasamos la vida pretendiendo comprarlos.

viernes, 3 de abril de 2009

Descanso

La ciudad era fea. No tenía playas, ni cafés, ni monumentos. Era lluviosa y triste, caótica y contaminada. Sus habitantes, ariscos y desconfiados con los extranjeros. Era, sin duda, el destino ideal para no encontrarse con nadie en vacaciones.

domingo, 29 de marzo de 2009

Gemelas de manías

Esta semana he confirmado un hecho inquietante en el gimnasio. Hay una mujer que entra a la misma hora que yo, aproximadamente a las 14 horas, elige siempre la misma taquilla que yo (la número 30) y usa las mismas máquinas, en el mismo orden. Primero la elíptica; luego la máquina infernal de subir y bajar escaleras; y la bici estática cuando éstas están ocupadas. Es cuestión de segundos que una llegue antes que la otra y marque esta ruta prefijada, haciendo que la otra se vea relegada a seguir a la ganadora. Vamos casi sincronizadas. Cuando llego al polideportivo, entro en el vestuario y veo ocupada la taquilla 30, sé que la maldita se me ha adelantado, por cuestión de minutos, puede que por segundos o décimas, para robármela. Luego entro a la sala y allí está, usando ya la máquina que yo usaría: la única bici elíptica que no tiene tele y que da a una ventana desde la que se ve el verde campo de fútbol. Otras veces soy yo la que me adelanto a la desconocida gimnasta, la que estoy más viva para coger la taquilla 30 mientras ella, con una mirada de humillación, admite su derrota cuando llega. Y soy yo la que llega antes a la máquina, recorriendo el pasillo que separa el vestuario del gimnasio con rápidos pasos, averiguando discretamente si me sigue, o si aún está en disposición de adelantarme.

Lo tengo claro. Esa mujer y yo somos gemelas. No gemelas físicas –aunque hay un cierto parecido, es una mujer de rasgos magrebíes pero más exagerados que los míos, ojos oscuros como los míos, coleta alta-. Somos gemelas de manías diarias y no sé, ni quiero pensar, si compartimos alguna manía más, esas que yo consideraba estúpidas pero únicas. Quizá, como yo, esa mujer limpia exhaustivamente las cucharillas de los bares con la servilleta antes de remover el café. O no se concentra ni puede dormir si ve una puerta de armario entreabierta. O comparte mi miedo, que nadie entiende, a los girasoles -esas flores enormes y con más cabeza que una persona, que se retuercen buscando el sol-. Quizá debería averiguar todo eso. De momento, me conformo con intentar salir rauda del trabajo a la hora de comer, para adelantarla, para llegar antes que ella al polideportivo y no dejar que me robe mis manías de gimnasio. ¡Sólo faltaba!

martes, 24 de marzo de 2009

Pequeñas conversaciones ridículas del día a día

¿Alguno os habéis planteado la cantidad de conversaciones absurdas que hemos mantenido y mantendremos a lo largo de nuestra vida? El otro día pensaba en ello y me venían a la cabeza tres conversaciones tipo; para mear y no echar gota.

Dos compañeros de curro hablando de las bondades de sus tupperwares.
Situación:
el comedor de una oficina española cualquiera, delante del microondas.

Extracto de conversación:
Empleado 1: Anda, qué tupper más chulo. Se ve bueno.
Empleado 2: Sí; no se derrama nada de nada.
Empleado 1: Jo. Qué bien. ¿Y dónde lo compraste?
Empleado 2: En el Mercadona. 3 por 5 euros. ¿Pero sabes cuál me han dicho que son la hostia? Los tuppers de los chinos.
Empleado 1: Ah, claro, por eso llega todo a casa sin derramarse.
Empleado 2: Y creo que los venden en las tiendas de chinos, además.
Empleado 1: Claro. Tiene sentido.
(Silencio incómodo).

Un grupo de amigos hablando de reality show que ninguno admite ver.
Situación:
un bar de tapas de toda la vida.

Extracto de conversación:
Amigo 1: ¿Habéis oído lo de la tía esta de Gran Hermano que ha vendido la exclusiva de su embarazo de trillizos cojos?
Amigo 2: Sí, sí. Vamos, que no lo he visto, que me lo han contao. Y que va a poner a los niños unos nombres espantosos.
Amigo 3: Federera, RafaNadal Jr y Fernanditatorres.
Amigo 1: Sí. Como sus deportistas favoritos. Bueno… eso me han contado.
Amigo 3: Sí, sí, que eso lo ví yo en un zapping el otro día.
Amigo 2. Yo también, en un zapping.
Amigo 1: Que yo veo muy poco la tele, ¿eh? Ya sólo veo series que me bajo de Internet.
Amigo 3: ¡Vaya mierda de tele!
Amigo 1: ¡Nunca echan nada bueno!

Dos chicas hablando de bolsos.
Situación:
el ascensor de un edificio de oficinas.

Extracto de conversación:
Chica 1: Qué bolso más mono.
Chica 2: Ay, gracias. Pues no me costó nada. Lo que me gusta es que caben muchas cosas. Mira, mira.
Chica 1: Sí. Pero lo malo de los bolsos grandes que llevamos ahora es que cuanto más cabe, más metes dentro (risita tonta).
Chica 2: ¡Y luego cambiar de bolso es un suplicio!
Chica 1: Ya te digo. Al final siempre usas los mismos. Cuatro.

Sí, cuatro. Cuatro leches les daba yo :P.

viernes, 20 de marzo de 2009

Set de viaje corporal

Ayer me regalaron un set de cremas y ungüentos varios para la piel. Una bonita y austera caja de metal con una banda de cartón donde pone: “Dr. Hauschka. Set de viaje corporal”. Me hizo gracia la frase porque parece que se refiere, más bien, al tipo de viaje: un viaje corporal. Se nota que es un producto alemán y, por tanto, deja muy claro su uso en la etiqueta. No hay equívoco ni confusión posible, es un set para viajes corporales. Punto. Porque claro, existen otro tipo de viajes: los viajes mentales. Y tienen sus diferencias.

Para empezar, los viajes corporales requieren reservar con cierta antelación el billete, el hotel o alojamiento, investigar sobre el destino (a veces se puede improvisar todo eso). Por el contrario, los viajes mentales no tienen límite alguno. No tienes que tratar con agencias de viaje, ni chapurrear inglés con estirados recepcionistas de hotel, ni pelearte con las formas de pago y el paypal en Internet para hacer reservas. Puedes viajar al país que quieras y al tiempo que quieras, ya sea pasado, presente o futuro. Y todo ello a cualquier día y hora o, como dicen los anglosajones, 24/7 (que siempre me ha parecido una división; 24 entre 7, dan ganas de contestar 3,428571428571428571). A lo que iba, que mi mente ya se empieza a evadir: en un viaje mental, tienes muchas ventajas como las que he descrito. Y no son las únicas. Porque además puedes viajar en el medio de transporte que te resulte más cómodo; por ejemplo, subiendo en una puesta de sol y haciendo una rápida escala en la tercera nube. Sin tasas, sin gastos extra, sin letra pequeña en las tarifas. En un viaje mental nunca te pierden las maletas y los únicos viajeros insatisfechos son aquellos carentes de imaginación, porque ni siquiera pueden inventarse un centro donde reclamar y contar sus penurias. En un viaje mental no hay cucarachas en los hostales, ni niños chillones en los campings, ni guiris rojos como gambas comiendo gambas en los chiringuitos mientras se chupan los dedos, ni patéticas aglomeraciones para hacer fotos a los monumentos.

Y en definitiva, a un viaje mental, como bien dice la etiqueta Dr. Hauschka, no me llevaría crema corporal. No lo necesitaría. Porque en mis viajes mentales siempre estoy divina, no tengo estas ojeras de boxeadora vital ni la cara de cansancio, sino una piel tersa y bronceada todo el año y una gran sonrisa a juego. Sólo me llevaría los recuerdos de un buen libro y mi música, pero no en formato mp3 sino en el formato que tarareo en mi mente. Y así, tarareando, tarareando, me iría de pronto y lo dejaría todo lejos. Muy lejos. Hasta ver los problemas pequeños como pulgas de circo. Que eso es justo lo que voy a hacer ahora. ¡Me voy! Esperad, que cojo una canción. Y el librito. Y la sonrisa. Prometo escribiros una postal o, mejor aún, un post a mi vuelta. Que si no, a lo mejor no os llega nada: el servicio de correo es terriblemente malo en la isla tropical de mi hemisferio izquierdo.

jueves, 12 de marzo de 2009

Jugando al despiste

“Un ejército de enanos ha de viajar a Ankn Morpork para enfrentarse a un enorme dragón que aterroriza a los habitantes del lugar. Pero se trata de un ejército muy peculiar pues, además de enanos, sus combatientes son unos cobardes recalcitrantes. Así las cosas, el panorama no parece muy alentador aunque nunca se sabe… Una nueva entrega de la saga de ciencia ficción más hilarante de todos los tiempos.”

Éste es el resumen de la contraportada del último libro que he leído. ¿Suena interesante, verdad? Aunque hay un problemilla: la única similitud de esa contra con el libro es que hay un dragón, sí, y un "enano" (que en realidad no lo es). Pero un solo enano, sin ejército ni nada, que sale con otros muchos personajes. Y el libro no era de ciencia ficción, sino del género de fantasía. Nunca he visto una contraportada que mienta más sobre un libro.

¡Y por eso me ha encantado! Semejante falsedad de contraportada, me permitió descubrir la historia por mí misma, de principio a fin, sin que nada me lo desvelara. De hecho, no busqué en Internet el verdadero resumen; preferí seguirle el juego al tipo que hizo la contraportada, ese tipo que nos la coló a todos (al primerito al editor del libro).

Y lo mejor de todo es… ¿y si no se trata de un error suelto, de un despiste de la editorial, un mal corta-pega de textos? ¿Y si detrás de aquello existe una persona, o mejor aún, un grupo de personas dispuestas a hacer boicot a las contraportadas? Una asociación llamada A.A.C.P.C.L. (Asociación Anarquista Contra las Portadas Comerciales de Libros), o algo así. Un grupo casi desconocido y bien organizado dispuesto a que las contraportadas dejen de darnos tantas pistas, referencias y eruditas críticas sobre lo que vamos a leer. Un grupúsculo de valientes decididos a que los libros nos sorprendan de veras.

Los imagino haciendo portadas bien guapas, algo con un 0,0000000000000001 de similitud con lo de dentro (tirando por lo alto). Por ejemplo, para un libro de aventuras ambientado en la época medieval: “Año 2578. El mundo agoniza y la única esperanza de vida de la humanidad reside en el contacto con una avanzada civilización extraterrestre, que nos salvará a cambio de utilizarnos como esclavos. Afortunadamente, un valiente ejército de rebeldes tiene un ingenioso plan para librarnos de tan abyecto destino. ¿Funcionará?”. O para un libro sobre una malvada corporación que realiza experimentos genéticos: “Mary Jane Miller es una joven y refinada dama de la alta sociedad inglesa que encontrará el amor de su vida en Peter, un joven de clase baja que trabaja como jardinero en sus dominios. El debate entre los sentimientos será intenso: ¿vivir un amor real o renunciar a él para seguir disfrutando de la comodidad de su aburguesada existencia?”. Hala. Así, a voleo. La gente que odia que las contraportadas con resumen –que es mucha, por cierto- estará satisfecha. Mientras que los que eligen el libro dejándose guiar por la contraportada, que también son otros tantos, descubrirán la historia por sí mismos; sin prejuicios.

¿Y qué queréis que os diga? No me parece mala idea. Basta ya de estar sobreinformados sobre todo lo que vamos a hacer, leer o ver, o los lugares donde vamos a viajar… Viva la improvisación, viva la anarquía. ¡Viva el despiste!


Gracias a José por ayudarme con el enfoque de esta entrada :).

martes, 10 de marzo de 2009

Experimento zombi

Yo ya sospechaba que el exceso de trabajo ha hecho de mi ser un zombi danzante, de esos de ojos rojos y cojo caminar. Pero una, que es de naturaleza empírica y de coco duro, no se conforma con una sospecha tonta. Por eso he ido más allá, indagando en Internet sobre las características del zombi, para ver punto por punto qué hay de cierto en ello. Y los resultados me han dejado sobrecogida…

1. Cualidades físicas.
A. Cualidades generales.
Un zombi no posee en sí mismo mayores cualidades de las que ya poseyera el ser humano en origen. Pero sí puede llevarlas mas allá de los límites humanos.

Mi capacidad de escribir sin parar en el ordenador del curro y pensar soluciones a marrones a la velocidad del rayo malayo, así me lo demuestra.


B. Vista
Se ha sugerido que los zombis poseen visión nocturna, un hecho que explicaría su destreza en la caza nocturna y el hecho de que todos los zombis son expertos comedores nocturnos, incluso aquellos sin ojos.

Yo soy una experta comedora nocturna. Mi ansiedad me hace levantarme al frigorífico o picar un poco de chocolate. Ya he engordado 3 kilillos del ala como zombi comedora nocturna.


C. Oído.
No hay duda de que los zombis tienen un excelente oído. No sólo pueden detectar un sonido, sino que además pueden determinar su dirección.

Exacto. Con mi superoído de zombi puedo detectar a una ejecutiva susurrar un marrón a tres pasillos de distancia… (Por desgracia, mi lentitud de zombi no me permite huir a tiempo de él).


D. Olfato.
A diferencia del oído, los zombis tienen un sentido del olfato más agudo. En ambas situaciones, de combate y pruebas de laboratorio, han sido capaces de distinguir el olor de una presa viva entre todos los demás.

Esto también me sirve para olerme los marrones, aunque las hostias me caigan de lado y no pueda evitarlas. Insisto en que los zombies no somos de rápidas huídas…


E. Gusto.
Poco se sabe acerca de las alteradas papilas gustativas de los muertos vivientes. Los zombis tienen la habilidad para distinguir entre la carne humana y la animal y prefieren la primera.

Eso, eso… ¡a alguien me comería yo para sacarlo del mapa! Debería empezar a elaborar un menú.


E. Tacto.
Los zombis no tienen, literalmente, sensaciones físicas. Todos los receptores nerviosos permanecen muertos tras la reanimación.

Yo ya ni siento ni padezco. Deben referirse a eso.


F. Digestión.
El tracto digestivo de un zombi está completamente inactivo. El complejo sistema que procesa el alimento, extrae los nutrientes y excreta los desperdicios no es un factor en la fisiología del zombi.

Esto explica por qué los yogures bífidus se niegan a funcionar conmigo cuando estoy estresada. Me voy a pillar de los de blanca marca Mercadona. Total…


G. Respiración.
Los pulmones de los zombis continúan funcionando de modo que absorben aire y los expulsan del cuerpo. Este funcionamiento es el responsable del característico gemido del zombi.

Yo lo llamo suspiritos de desesperación. Pero “gemido” queda más impactante, dónde va a parar.


H. Circulación.
Sería impreciso decir que los zombis no tienen corazón. Sin embargo, sí se podría afirmar que no le encuentran ninguna utilidad. El sistema circulatorio de los no muertos es poco más que una red de tubos inútiles rellenos de sangre congelada.

Pues eso, que ni sangre me queda. Con razón no bajé a donar cuando vinieron los de la Cruz Roja a la puerta de la oficina.


I. Reproducción.
Los zombis son criaturas estériles. Tampoco muestran deseo sexual, ni por su propia especie ni por los vivos.

Si me quedaran fuerzas, quizá podría rebatir esta cuestión. Lo siento por el zombi que comparte piltra zombi conmigo. Es lo que hay.

2. Habilidades.
A. Fortaleza.
La única ventaja que poseen los muertos vivientes es un sorprendente aguante. Imagina un entrenamiento, o cualquier otra actividad física. Lo más probable es que el dolor y el agotamiento determinen tus límites. Estos factores no se aplican a los no muertos. Continuarán una acción, con la misma energía dinámica, hasta que los músculos que la sustentan literalmente se desintegren.

Eso es lo que quieren mis jefes y cualquier otra empresa. Soy un crack de cacho de zombi.


B. Velocidad.
Los muertos "andantes" tienden a moverse perezosamente o cojeando. Incluso sin heridas ni en avanzada descomposición, su carencia de coordinación les dictamina un paso indeciso.

Sí. A ve ces me cu esta an dar o tecle ar…


C. Agilidad.
Los zombies tienen poca coordinación, lo cual supone una de sus mayores debilidades. Incluso cuando se requiere una sencilla coordinación –por ejemplo para subir escaleras- solamente uno de cada cuatro lo logrará.

De ahí que lleve esta pastaza gastada en clases de conducir. ¡Oh, no, mi coordinación ha desaparecido! Un momento, ¿alguna vez tuve algo parecido a coordinación?


D. “Sexto Sentido”.
La investigación histórica, junto con las observaciones de campo y de laboratorio, han mostrado que los muertos vivientes son capaces de atacar incluso con todos sus órganos sensoriales dañados o completamente descompuestos. ¿Quiere esto decir que los zombis poseen un sexto sentido?

Tal habilidad sensorial me permite atacar mi trabajo aun con los ojos dañados y a tope de colirio y las orejas fritas de tanto escuchar tonterías. Ahora lo entiendo.


F. Capacidades curativas.
A pesar de las leyendas y las tradiciones antiguas, la fisiología de los no muertos ha demostrado que no poseen capacidades de regeneración.

Se nota. De hecho, ya he recurrido al hierro, las vitaminas… Y nada, que no me regenero, tú.


G. Longevidad.
La duración media de la "vida" de un zombi -cuánto tiempo es capaz de funcionar antes de que se pudra completamente- se estima que está entre los 3 y los 5 años.

Llevo ya casi 8 años currando en agencia de publicidad. Así que soy... ¡una abuela zombi! ¿Los abuelos zombis hacen lo mismo que los normales? ¿Tengo que contar batallitas zombis, mirar las obras paradas de mi barrio o quizá hacer calceta zombi?

Queda demostrado. “La Sari” es una muerta viviente, que eso sí, dedica su poca vida a mimar su pequeño y machacado blog. Hala. ¡Un beso zombi a todos! Aggggggññññññuuuuuuh.

martes, 3 de marzo de 2009

Sueños de un ambicioso

Le dije al doctor que no podía dormir y me dijo que contara ovejitas. Y eso hice. Empecé a contar y contar y contar.

Y como eran tantas, hice un censo de ovejitas. Luego las organicé por distritos y empecé a cobrarles un impuesto de leche y lana para arreglar la valla de la granja que estaba hecha un desastre. Asimismo, estudié detenidamente otras necesidades de la creciente población ovejil. Como la vivienda. Se construyeron cientos, miles de viviendas para ovejas. Con esta boyante industria de la vivienda, y otras de subsiguiente creación, se generó riqueza para que las ovejas adquirieran otros bienes, como pienso de ovejas o jerséis de lana destinados a cubrir a las ovejas recién esquiladas. Pero hubo un excedente de dichos jerséis y hubo que recurrir a ovejas con gran capacidad de convicción para elaborar campañas y vender los jerséis, incluso entre aquellas ovejas que no los necesitaban. A su vez, muchas ovejas necesitaron comprar jerséis y viviendas pero no tenían con qué pagarlos y se establecieron complejos sistemas de préstamos y crédito ovejiles. Para pagarlo todo, la gran mayoría de ellas acabaron hipotecando su lana y su leche, hasta el momento de su jubilación; o peor aún dejando que lo terminaran de pagar todo sus retoños (las ovejas no son seres muy longevos). Las ovejas endeudadas no podían consumir más y ya no se vendían ni viviendas ni jerséis, con lo que las ovejas empleadas en esos y otros fines perdieron sus trabajos y tampoco podían consumir y los bancos sin fondos les denegaban, a su vez, el dinero para ello.

Al final, todo este sistema de loco consumo ovejil acabó por caer por su propio peso. Las ovejas acabaron sin empleos ni casas ni siquiera jerséis, reclamando sus derechos, balándome en la cabeza cada noche, hasta el punto de que ya no podía dormir.

Y entonces le volví a preguntar al doctor qué podía hacer para dormir. El doctor me miró con ojos fuera de sus órbitas y me respondió con un largo y sonoro balido de desesperación.

viernes, 27 de febrero de 2009

Dioses de un mundo menor

Hoy en el cercanías me he dado cuenta de por qué tantas personas estamos enganchados a los emepetreses y diversos aparatos portátiles de música. Porque nos permiten ser dioses a pequeña escala de un mundo privado, único e irrepetible, seres supremos capaces de decidir –al menos por unos minutos- los límites entre el Bien y el Mal, lo que Debe ser y lo que No, la dimensión y elasticidad del Tiempo que transcurre. En nuestras listas de canciones definimos el complejo mapa de ese mundo, una geografía personal de altos y bajos, montañas altas y lejanas, cercanos valles y depresiones donde acunar nuestros sueños, ríos que discurren tranquilos, otros que arrasan llevándoselo todo por delante. Un mundo donde habitan criaturas sonoras hechas a nuestra imagen y semejanza. Seres a los que insertamos en esa lista, un lugar que no comprenden, esperando que hagan algo en él, que busquen su lugar. Como si fuera fácil.

Sin saberlo, todos llevamos en el bolsillo un pequeño mundo, una reproducción sonora de nuestros corazones a la que manejamos con la frialdad propia del dios del Antiguo Testamento: “Sacrifica a tus hijos”, “Te fulmino de mi lista”, “Te mandaré la plaga de mi indiferencia, maldita canción”. “Y mañana tras un gran diluvio de iTunes, crearé otro mundo que pueda manejar a mi entero antojo”. Oh, sí.

lunes, 23 de febrero de 2009

Relatito ven, misi, misi...

Me vais a perdonar si hace días que no escribo nada. Pero es que tenía un relato ya listo para poner en el blog y resulta que se me ha escapado de casa. Ha sido despistarme un segundo de nada, y voilá, ¡ya no estaba! A lo Houdini.

Es que los relatos son criaturas muy suyas. Seres semisalvajes, que no se dejan domesticar nunca. Jamás. ¡Bajo ningún concepto! Tú no puedes llegar y decirle a un relato: “Relato: quieto” o “Relato: ¡siéntate!” o “Relato: dame la letrita”. Un relato no se deja sobornar con caricias en la barriga ni mucho menos ser paseado con una correa, para que presumas de él en el parque. Sino que, cuando te quieres dar cuenta, ya está por ahí, subido a lo alto de un tejado observando la ciudad para reinventarse a sí mismo o rebuscando en los contenedores de papel para inspirarse con viejas revistas abandonadas. Si sale a la calle a buscar aventuras, ya puedes olvidarte de él; porque él ya se ha olvidado de ti, de tus mimos, de las palabras con las que lo has alimentado.

Así que, finalmente, he desistido de encontrar mi relato. Ya he quitado los carteles que había colgado por todo el barrio y estoy viendo si consigo engatusar a otro ejemplar. No uno de medio pelo sino un verdadero relato con garra.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Sobre el abismo

Es duro vivir en el abismo, al límite de la desesperación. Y resulta aún más incómodo porque el abismo, con su corte en pico, tiene una distribución terrible para ser habitado. No hay forma de poner habitaciones decentes en semejante caída al vacío. No hay manera de poner orden, porque las ideas y el ánimo positivo siempre están cayendo hacia abajo, hacia abajo, atraídas por la gravedad (de las situaciones). Para colmo de males, nunca hay paz ni silencio: sus techos altos y anchas paredes hacen que los lloros y lamentos retumben el doble que fuera. Y están, claro, las grietas y los desprendimientos de moral, para los que no hay reforma posible. Una ruina.

Tengo ganas de mudarme y salir de una vez del abismo; definitivamente se está mejor fuera, en campo abierto.

sábado, 14 de febrero de 2009

Mecanismo

Juan trabajaba como mecánico en un taller, pero su verdadera pasión eran las letras. Con mucha paciencia y la ayuda de sus hábiles manos, logró juntar varias de ellas y crear un perfecto engranaje, una frase capaz de emitir un leve rugido, un brum brum de motor de cuatro tiempos, cuando lograba arrancarla.

martes, 10 de febrero de 2009

Imprecisiones

Cuando la luna está llena, nunca nos dicen de qué.

Cuando alguien nos da su palabra, no especifica nunca de cuál se trata.

Cuando nos dicen buenas tardes deberían compartir con nosotros por qué lo son.

Cuando alguien escribe una entrada en un blog, debería decir a dónde lleva (o no).

lunes, 9 de febrero de 2009

Si no queda satisfecho...

Entro en el lustroso centro, voy directa a la sección que me interesa y me dirijo hacia una estirada dependienta para hacer la devolución.

Yo: Buenas... Quisiera devolver mi vida.

Dependienta: (Inquisitiva) ¿Qué le pasa? ¿Tiene algún defecto?

Yo: (pensativa) No, en realidad no…

Dependienta: Y entonces, discúlpeme señorita, no veo el problema.

Yo: Es que es… es un poco, ¿cómo decirlo? Convencional. Quizá tenía que haberme llevado algo más llamativo, más acorde con mi personalidad. Como una de esas vidas de allí, con colores o lentejuelas; no sé, algo más vivo.

Dependienta: Entiendo; dice esas de allí. Bueno, tenemos la Vida del artista, si quiere probársela. Pero le advierto de que no tiene bolsillos. Lo que entra, cae por un agujero.

Yo: (desilusionada) Vaya…

Dependienta: Y tiene la Vida del aventurero, pero está siempre rota, no hay forma de remendarla. Aunque si lo desea, le saco su talla.

Yo: Ups, no sé qué decirle…

Dependienta: Entonces, disculpe mi atrevimiento, ¿por qué dice que su vida está tan mal?…

Yo: No digo que esté mal, es que es un poco rutinaria: casa-trabajo, trabajo-casa, ya sabe… Bueno, ay, ya no sé lo que quiero…

Dependienta: Es normal que atraviese estas etapas, les pasa a todos los clientes. Usted vuelva a llevarse su vida a casa y pruébesela de nuevo. Verá cómo no está tan mal, señorita. Además, siempre la podemos ajustar un poco de sisa, hay arreglillos. Y si aun así no le convence, la vuelve a traer. Nos gusta que nuestros clientes queden satisfechos –dijo la dependienta con una falsa sonrisa elástica-.

Yo: Claro, hay arreglillos.

Dependienta: Por supuesto: siempre puede comprarse un animal de compañía, hacer un viaje exótico, tener un hijo. ¿Ve cómo hay formas de hacer soportable la rutina? -Otra vez la sonrisa-.

Yo: Ya, pero no sé si es la manera…

Antes de que pudiera volver a rebatirla, la dependienta me llevó amablemente hacia las escaleras mecánicas y bajó conmigo hasta la puerta, donde me despidió con un gesto de muñeca propio de una infanta. Y allí me quedé en la calle, con la bolsa de mi vida en la mano. Sí, volveré a probármela; todo sea que no me convenza porque tengo un mal día…

viernes, 6 de febrero de 2009

Los otros de las fotos (y las fotos de los otros)

El otro día estaba mirando en el ordenador una bonita foto donde salimos mi hermana y yo, en un soleado día de Valencia. Bueno, mi hermana, yo... y una señora con un carro de bebé que trataba de escapar, sin éxito, del ávido objetivo de mi madre. Allí quedó plantada la buena mujer con cara de pasmo, su carrito Jané y su bebé, oculto por una mantita, que ni se enteró de que le habían echado una foto. ¡Sonríe, baby!

Y me dio por pensar en todas las fotos de desconocidos en las que habré aparecido yo, o una parte despistada de mí. Un mechón al viento en una terraza de verano, mi mano izquierda sujetando el mapa de una fría ciudad mientras señalo algo con la otra mano, mis pies con sandalias -sin calcetines, eh- en la escalinata de una turística plaza. ¿Dónde estarán ahora todas esas partes diseccionadas? Las imagino en álbumes y ordenadores de gente de lugares tan variopintos y desconocidos para mí como Toronto, Singapur o Lugo. Gente que, como yo, habrá revisado sus fotos pensando: quién **** es esta chica que trata de huir, pero mira este dichoso codo, la madre que... a la del mapita (todo esto espetado en diversos idiomas, incluido el galego).

La verdad, una puede sentirse molesta por haber irrumpido de semejante manera en la vida de otra persona, un total desconocido. Pero si te paras a pensarlo, es otra forma de viajar por el mundo. ¡Puede que haya pisado los cinco continentes y aún no lo sepa! Y es un fantástico consuelo para los que viajamos menos de lo que nos gustaría.

jueves, 5 de febrero de 2009

En defensa de las palabras

Cuando cometemos faltas de ortografía, las palabras se duelen. Retuercen los rabitos de sus letras cuando les amputamos un miembro o cuando les añadimos una protuberancia, el muñón de esa letra de más que no les encaja. Sufren sobremanera cuando las transmutamos cambiando una redonda b por una afilada v, una contundente v por una blanda b de bebé. Sangran por dentro cuando, tras, tras, les clavamos forzadamente, cual estoque, esa tilde que no llevan. Y quedan tocadas de muerte cuando les quitamos la fuerza de su tilde, dejándolas como a un lánguido Sansón sin melena.

Cuando cometemos faltas de ortografía, cometemos una grave falta. No hace falta decirlo.

domingo, 1 de febrero de 2009

En lata

Pedro llevaba sólo unos meses trabajando en la fábrica de conservas en lata. Boquerón, boquerón, sardina, sardina. La cadena de montaje era un lugar maquinal y triste, donde nadie hablaba con nadie, y prevalecía una concentración absoluta sólo interrumpida por los estridentes sonidos que, de cuando en cuando, llegaban del ala derecha de la fábrica. Una misteriosa división de la factoría separada por una gruesa puerta con un letrero de NO PASAR. El lugar donde, se rumoreaba por los pasillos en los descansos, se creaban las famosas “risas enlatadas” de las series de televisión norteamericanas.