miércoles, 30 de septiembre de 2009

Sin tinta

Andrea no podía escribir: la tinta de su imaginación se había acabado. Al principio lo notó por los repentinos borrones. Y poco a poco se fue secando; hasta que, por más que apretaba o agitaba su cerebro, sus historias sólo dejaban una triste marca, profunda y sin color.

Necesitaba buscar urgentemente un recambio para su tinta. Y sabía muy bien dónde encontrarlo: en ningún lugar en concreto. Podía estar en una violeta puesta de sol, en el tacto de un suave jersey de lana o en el crujir –cra, cra- de sus cereales de desayuno. En cuanto recargara su fuente de ideas, podría continuar con su ya sediento volumen de cuentos.

martes, 22 de septiembre de 2009

Rostros

Óscar salió a la calle sin rumbo fijo. Necesitaba caras. Los rostros ideales para poner a los personajes del libro que estaba leyendo. Era una costumbre que había adquirido hacía muchos años, cuando aún era un adolescente pegado a los libros: nunca más imaginarse caras indefinidas, sino salir a buscarlas al mundo. Rostros con sus defectos, con sus virtudes, con su realidad, que darían verdadera vida y pasión a las tramas y diálogos. No podía leer un libro sin tener las caras listas. Era de todo punto imposible.

Así que se lanzó en su busca. El mejor lugar para encontrar las caras era el Metro. Óscar lo sabía muy bien. Se metió en la primera boca que vio a su paso, introdujo el ticket por la máquina y empezó su aventura…

¡Ahí mismo, subiendo la escalera mecánica! Ese hombre grande y de gafas redondas sería un perfecto Terry. ¡A por el siguiente! Óscar subió decidido a un vagón, sin éxito; bajó y volvió a subirse al siguiente… ¡Y, helo ahí! Ese joven era Oliver, con sus aires de dandy trasnochado. La búsqueda estaba resultando fructífera.

Ya sólo quedaba la protagonista: Gilliam. Todo un reto, Gilliam. Óscar tuvo que realizar un trasbordo, andar por interminables pasillos, subir escaleras, pasar entre riadas de gente apurada, que desbordaban su paciencia. Pensaba que jamás la encontraría pero finalmente lo logró. En el vagón de la línea 7 estaba sentada Gilliam, con aire despistado, leyendo un grueso y ajado libro de la biblioteca. Era ella, sin duda. Con su lacio pelo castaño y esa inconfundible mancha de pecas en la mejilla derecha. Gilliam, tan frágil, había sido cazada como un pajarillo.

Ahora Óscar ya tenía sus caras y podía leer tranquilo; hasta que un nuevo personaje sin rostro le asolara a la vuelta de una página y le obligara a cazar de nuevo. Gajes del lector apasionado.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Molestia

- María, ven. ¿Tengo algo en el ojo?

- A ver... ay, sí. Espera, que soplo. Fuuuuuu.

Y así salió del ojo del cíclope esa sandalia del 43 que le estaba irritando un poco el lacrimal.

martes, 8 de septiembre de 2009

Crimen perfecto

Definitivamente, aquel tipo estorbaba sus planes: debía ser eliminado. Pero no de cualquier manera; había que recurrir a un método sutil y satisfactorio para quitárselo de en medio. Lograrlo no era cosa fácil. Máxime, cuando había un problema añadido: podría haber muchos testigos en el momento del suceso. Todo esto había de tenerse en cuenta a la hora de planificar el crimen: el momento, las dificultades logísticas. Pero al fin dieron con la solución: el martes a las 22:00 p.m. sería perfecto. Los guionistas de la serie estaban asombrados de su propia genialidad para liquidar al protagonista.

jueves, 3 de septiembre de 2009