domingo, 31 de mayo de 2009

Chollo

La casa de Akashi parecía el típico apartamento de Tokio: diminuto, abigarrado, de techos bajísimos. Por eso, cuando recibió el ascenso de la compañía, nadie entendía que no quisiera cambiar a un apartamento mejor.

Pero es que sólo él sabía que el viejo póster del monte Fuji de su habitación/cocina/comedor conducía realmente al monte Fuji. Era la casa más espaciosa del mundo; y con un alquiler de lo más razonable.

martes, 19 de mayo de 2009

Soled@d

Como nunca recibía correos electrónicos, M. empezó a escribirse a sí mismo. Primero un Hola, qué tal o una felicitación de cumpleaños. Poco a poco cogió el hábito de contarse el día por e-mail. Y para tener la sensación de recibir algún mail masivo, se inventaba y mandaba chistes malos y se hacía Powerpoints horteras con imágenes muy cursis y lecciones de la vida; patéticas cadenas de un solo eslabón, que empezaban y terminaban en su propio correo. Incluso empezó a mandarse su propio spam, a bombardearse con prometedoras ofertas de Viagra, ofertas de trabajo y todo tipo de propuestas.

Un día, harto de sus propios mails, canceló la cuenta de correo. No podía soportar el estrés de todas las contestaciones que debía darse, los cientos de mensajes sin abrir en la bandeja de entrada, la sensación de ser el único habitante de su asfixiante, microscópica, aldea individual.

domingo, 10 de mayo de 2009

Fusión

Pedro se pasaba la vida en aquella oficina. Haciendo informes, cuadrando cuentas, creando cuadros de Excel con infinitas filas y colores. Apenas se separaba de su ordenador para ingerir una frugal comida o ir al servicio. Y poco a poco lo fue haciendo aún menos. Así, su mano derecha comenzó a desarrollar un muñón blanco con un botón derecho e izquierdo. Su pie se conectó al ordenador mediante mediante un cable que salía del cordón de su zapato izquierdo. El contorno de su cuerpo se arqueó, integrándose con el teclado y la pantalla como un solo ser. Hasta que poco a poco, Pedro completó su fusión. Quedó olvidado, sin que nadie reparara en su presencia. Muy pronto, otro Pedro se sentaría en su puesto, fusionando su ser con el Pedro de antes y con el de antes y con el de antes, en una cadena infinita de pedrición.

martes, 5 de mayo de 2009

Aterrizaje

Primero notó fuertes turbulencias. Todo se tambaleaba. Juan intentó no preocuparse pero, según pasaron los minutos, no pudo evitar ponerse tenso. Se hizo una bola sujetándose la cabeza fuertemente con las manos y quiso rezar, pero de súbito recordó que era ateo: se sintió ridículo. Así que no le quedó otra que apañárselas con su propio miedo, sin esperar mano salvadora alguna.

Iba descendiendo, descendiendo sin remedio, viendo cómo las nubes algodonadas se iban rompiendo a su paso, dejando desordenados y dolorosos jirones blancos a izquierda y derecha. Se aferró entonces al gastado manual de emergencia, buscando soluciones ante la catástrofe. Era inútil, ni siquiera una mayor sensación de control ante la situación podía atenuar su miedo al impacto. Seguía bajando a toda velocidad. El suelo estaba más y más cerca. Y de pronto, ¡tron! trococrocrotot… el impacto del aterrizaje forzoso contra el suelo, la frenada desequilibrada, y un fussssss, ese deslizarse por la pista sin saber dónde demonios podría terminar. Con un poco de suerte, todo iba a acabar bien. Juan tenía todo en su sitio aunque estaba magullado y muerto de terror. Nunca una vuelta a la realidad tras las vacaciones le había parecido tan dura.