martes, 20 de octubre de 2009

Microclimas

Debido a un defectuoso sistema de calefacción, la oficina creaba diferentes microclimas. Unas salas eran calientes como el Sahara, otras frías como el Polo, en otras la ventisca hacía imposible cualquier clase de permanencia.

Así que, no hubo más remedio, los empleados acabaron creando subespecies para adaptarse y salir adelante.

En las salas cálidas, subidos a las mesas, colgados de las ventanas, o tras las plantas más frondosas de las macetas, se podía observar a los empleados de más bajo extracto, hablando de fútbol y realities, y de ex mujeres de toreros. En las salas más gélidas, gordos jefes de generosas papadas y gruesas capas de grasa corporal y viejas morsas secretarias sobrevivían a zarpazos para llegar a lo más alto de su aislado iceberg.

Por su parte, arrastrados como serpientes, los empleados ambiciosos y advenedizos esperaban pacientemente a sus presas. Otros, menos subterticios, atacaban con sus abiertas mandíbulas a los compañeros indefensos y borreguiles que cruzaban en manadas el pasillo hasta la máquina de café. La lucha no daba tregua, se trataba de la supervivencia laboral. Todo o nada. La vida o la muerte. La oficina o la calle.

lunes, 19 de octubre de 2009

Curiosa anécdota


- ¿Sabes, Pedro? Un día me perdí por París. Estaba paseando tranquilamente por Montmartre, me metí en una callejuela y no supe llegar al hotel hasta que pregunté a un simpático anciano.
- Ah. ¿Y qué tiene de particular?
- Supongo que nada, excepto que nunca he viajado a París.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Obsesión


“Polvo somos y en polvo nos convertiremos”.

Cuando Maruja, humilde señora de la limpieza, oyó semejante cosa en el entierro de su tía abuela, se deprimió mucho. No por el significado de la frase, sino por la incapacidad de limpiar tanto polvo en el universo.