Hola a todos. Esto no es un relato: es un mensaje mío -de Saroide- para deciros que estaré de vacaciones hasta el 31. Igual me da tiempo/ganas de actualizar el blog si encuentro conexión wifi en mi ruta de Interraíl (llevo uno de esos miniportátiles de viaje), pero prefiero despedirme por si acaso y desearos un buen verano a todos.
Un besazo GRANDE.
lunes, 13 de julio de 2009
jueves, 9 de julio de 2009
Misión

Se encontró por la calle a una despampanante rubia, que al oír aquello de “MORENAZA”, se ruborizó por las indiscretas raíces negras que asomaban en su melena y salió huyendo, antes de que el piropo terminara su basta concatenación de palabras. Al poco tiempo, el piropo encontró en una cafetería a una inocente abuelita y, considerándola lenta de movimientos, decidió atacar de nuevo. La anciana, risueña, se puso a recordar cuando recibía piropos como esos todos los días: del obrero, del kiosquero, del aprendiz de panadero... Farfullando sus picantes historias a un inexistente interlocutor –pues esta vez era el piropo el que había huído a tiempo- la señora salió rumbo a su banco favorito del parque.
Pasados unos minutos, el piropo encontró a una morena sentada en una parada de autobús. ¡Una verdadera morena! Una mujer normal -ni alta ni baja, ni lista ni tonta- embebida en la lectura de un grueso best seller sobre vampiros. ¡El plan podía funcionar! El piropo se acercó, muy lentamente, por la espalda, y zas, cayó sobre la dama desprevenida. Ella miró a todas partes, esperando a descubrir al autor de tan sonoro piropo, pero no vio obra alguna ni obreros alrededor. Sabiéndose sola en la parada, sonrió pícaramente con una de esas sonrisas que dicen “mmm, no estoy mal para mi edad”. Así, el piropo encontró alguien a quien ser contado. Y la mujer encontró un leve motivo de alegría. Nunca un piropo había viajado tanto para lograr su objetivo.
viernes, 3 de julio de 2009
Caminata

Fue Mariana la que reparó en lo lejos que la caminata les había llevado. Aspiró el aroma de desconocidas especias y se fijó en los curiosos tenderetes de un mercado al aire libre donde, en extraños caracteres, se anunciaba la venta de algo que identificó con dificultad como perro frito. Asombrada, hizo detenerse al dicharachero grupo. Las cuatro señoras estaban ya en el centro de un corrillo donde un curioso grupo gente de ojos rasgados las miraba como si acabaran de venir de Plutón y no del barrio de Usera.
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