miércoles, 17 de diciembre de 2008

La vida secreta de las cebollas

Érase una vez una cebolla a la que le gustaba hacer reír, en vez de llorar. “El mundo ya tiene bastantes desgracias como para que una incómoda cebolla te arranque las lágrimas en la cocina”, pensaba para sus adentros con su diminuto pero brillante cerebro de cebolla.

La cebollita amaba el humor más que nada en el mundo. De pequeña, cuando sólo era un minúsculo bulbo, se sabía un montón de chistes de Jaimito y de Lepe. A medida que fue creciendo, sus gustos se fueron refinando; lo suyo era el humor cáustico. Hacía gala de un humor inteligente, plagado de juegos de palabras que soltaba en el momento más exacto y de reflexiones irónicas y muy profundas. No en vano, sabía mejor que nadie que todo en esta vida tiene capas y que es preciso ir desgranándolas para llegar al corazón de las cosas.

La cebolla tenía, además, una gran presencia escénica. Admiraba a grandes humoristas como Sarah Silverman, Florence Floresti o Tina Fey, era la fan número uno de Groucho y de Tip. Todos esos gestos, esos recursos de los más grandes, los había ido asimilando a su propio humor hasta crear un estilo personal –cebollal, mejor dicho- e intransferible. Definitivamente, esa cebollita no quería terminar en la interminable fila de ingredientes de un buffet libre. O ser esa cebolla triste que la mayoría de la gente deja tirada en el plato tras acabar su ensalada. Ni siquiera le consolaba el hecho de formar parte de un delicioso plato de riñoncitos encebollados de un famoso chef o, mejor aún, de una abuela que cocina con amor. Esa cebolla era un “vegetal escénico”.

Así que luchó contra su destino y, con mucho ahínco, preparó y ensayo-ensayó-ensayó varios monólogos sobre la vida secreta de las cebollas. Unos numeritos desternillantes que nunca más verán la luz. Porque nada más salir a escena, en su primera actuación en público, todo fueron lloros, irritación y picor de ojos. Cuando una cebolla nos abre su corazón, no puede ser de otra manera.

8 comentarios:

Sara Mansouri "Saroide" dijo...

¡Jo! Lo sé, esta semana estoy "cuentista"...

El chache dijo...

Las cebollas son un gran invento. Que ricas que son. Ademas, las prepares como las prepares.
Un saludete

Anónimo dijo...

En absoluto. Esta semana -mi primera contigo- estás espléndida. Se me acaban los adjetivos.

Me alegro mucho de haber dado con tu espacio. ¡Lo que daría por la vida secreta!

ordago13 dijo...

me repito escribes muy bien...


algún dia en que me sienta más confidente e dejare leer alguno de mis cuentos o poemaciones

Sara Mansouri "Saroide" dijo...

*Chache: dí que sí, vivan las cebollas, sobre todo rehogaditas y en la tortilla de patata. No entiendo a aquellos a quienes no les gustan. Aunque, sinceramente, entiendo menos a los que no les gusta el chocolate, ¡mi vicio number one!
*Lover: gracias, comentarios tan alentadores me animan a seguir compartiendo estas cosillas. Te animo -sin pretender abusar ya más de tu tiempo, jejje- a leer las entradas "Sara y Sobaco" y "Pelusas& Co", dos de los primeros textos que subí aquí, y de los que tengo más cariño :).
´*órdago: ¡estaré encantada de leer lo que escribes!

Señorita Puri dijo...

La primera frase es muy grande, Sara. For real.

Como diría el otro gran humorista Eugenio:
"Cebollaquel que van dos amigos y uno le diu al otro..."

Sara Mansouri "Saroide" dijo...

Cebollaquel que diu... , jajjjaja. Qué crack, Puri.

tipo dijo...

Mientras yo no pueda respirar bajo el agua,o volar (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme caminar sobre la tierra y ser hombre, no pez ni ave.

Ja y concuerdo con el chache... las cebollas son un gran invento... pero me surge la duda, quien inventó las manzanas?