
Entro en el lustroso centro, voy directa a la sección que me interesa y me dirijo hacia una estirada dependienta para hacer la devolución.
Yo: Buenas... Quisiera devolver mi vida.
Dependienta: (Inquisitiva) ¿Qué le pasa? ¿Tiene algún defecto?
Yo: (pensativa) No, en realidad no…
Dependienta: Y entonces, discúlpeme señorita, no veo el problema.
Yo: Es que es… es un poco, ¿cómo decirlo? Convencional. Quizá tenía que haberme llevado algo más llamativo, más acorde con mi personalidad. Como una de esas vidas de allí, con colores o lentejuelas; no sé, algo más vivo.
Dependienta: Entiendo; dice esas de allí. Bueno, tenemos la Vida del artista, si quiere probársela. Pero le advierto de que no tiene bolsillos. Lo que entra, cae por un agujero.
Yo: (desilusionada) Vaya…
Dependienta: Y tiene la Vida del aventurero, pero está siempre rota, no hay forma de remendarla. Aunque si lo desea, le saco su talla.
Yo: Ups, no sé qué decirle…
Dependienta: Entonces, disculpe mi atrevimiento, ¿por qué dice que su vida está tan mal?…
Yo: No digo que esté mal, es que es un poco rutinaria: casa-trabajo, trabajo-casa, ya sabe… Bueno, ay, ya no sé lo que quiero…
Dependienta: Es normal que atraviese estas etapas, les pasa a todos los clientes. Usted vuelva a llevarse su vida a casa y pruébesela de nuevo. Verá cómo no está tan mal, señorita. Además, siempre la podemos ajustar un poco de sisa, hay arreglillos. Y si aun así no le convence, la vuelve a traer. Nos gusta que nuestros clientes queden satisfechos –dijo la dependienta con una falsa sonrisa elástica-.
Yo: Claro, hay arreglillos.
Dependienta: Por supuesto: siempre puede comprarse un animal de compañía, hacer un viaje exótico, tener un hijo. ¿Ve cómo hay formas de hacer soportable la rutina? -Otra vez la sonrisa-.
Yo: Ya, pero no sé si es la manera…
Antes de que pudiera volver a rebatirla, la dependienta me llevó amablemente hacia las escaleras mecánicas y bajó conmigo hasta la puerta, donde me despidió con un gesto de muñeca propio de una infanta. Y allí me quedé en la calle, con la bolsa de mi vida en la mano. Sí, volveré a probármela; todo sea que no me convenza porque tengo un mal día…